Ola de Calor y Síndrome de Down: Evidencia Científica

En los últimos días se ha registrado un incremento inusual en las temperaturas ambientales. Este fenómeno, conocido como ola de calor, puede representar un riesgo significativo para la salud, especialmente en poblaciones vulnerables como los niños con síndrome de Down.

El cuerpo humano posee un sistema de termorregulación encargado de mantener la temperatura corporal entre 36 y 37 °C. Sin embargo, durante una ola de calor, este sistema puede verse sobrecargado, dificultando la eliminación del exceso de calor. En las personas con síndrome de Down, existen varios factores fisiológicos que incrementan su vulnerabilidad frente a estas condiciones.

1. Inmadurez del sistema nervioso central: En las primeras etapas de la vida, el hipotálamo —centro regulador de la temperatura— puede presentar una madurez funcional limitada. En el síndrome de Down, esta inmadurez puede prolongarse, afectando la capacidad del cuerpo para activar mecanismos compensatorios de enfriamiento.
2. Disminución de la sudoración: Diversos estudios han demostrado que algunas personas con síndrome de Down presentan una menor actividad de las glándulas sudoríparas, lo que reduce la evaporación del sudor y limita la pérdida de calor corporal.
3. Alteraciones tiroideas: La disfunción tiroidea es frecuente en esta población. Dado que la glándula tiroides participa activamente en la regulación del metabolismo y de la temperatura corporal, un mal funcionamiento puede alterar la respuesta térmica del organismo. Por ello, se recomienda una evaluación endocrinológica periódica.
4. Menor vasodilatación periférica: La vasodilatación capilar permite liberar calor a través de la piel. En los niños con síndrome de Down, la fragilidad capilar y ciertas alteraciones circulatorias pueden limitar este proceso, dificultando la disipación térmica.

Estas condiciones explican por qué las personas con síndrome de Down tienen una menor capacidad para regular la temperatura corporal, aumentando el riesgo de sufrir deshidratación, agotamiento por calor o golpe de calor.

Manifestaciones clínicas del exceso de calor:

• Alteraciones del sueño: dificultad para conciliarlo y despertares frecuentes.
• Fatiga e irritabilidad: disminución del rendimiento físico y cognitivo.
• En casos severos: calambres musculares, náuseas, mareos o, en casos extremos, compromiso vital.

Recomendaciones basadas en evidencia:

• Mantener una adecuada hidratación. La necesidad de líquidos puede incrementarse hasta un 30% durante temperaturas extremas. Se recomienda ofrecer agua simple o soluciones de rehidratación oral.
• Evitar la exposición solar directa, especialmente entre las 11:00 y las 16:00 horas. Utilizar protección física como gorras y ropa ligera de algodón.
• Favorecer la ventilación del hogar y preferir el uso de ventiladores de aspas sobre aire acondicionado prolongado.
• Refrescar la piel con compresas frías o baños de agua templada para reducir la temperatura corporal.
• Supervisar de manera estrecha a los niños pequeños y a quienes presenten enfermedades crónicas asociadas.

Ante cualquier signo de alarma, como somnolencia excesiva, dificultad respiratoria o temperatura corporal mayor a 39 °C, se debe acudir de inmediato al pediatra o al servicio de urgencias.

Fuentes consultadas:

• American Academy of Pediatrics. (2022). Heat-Related Illness in Children.
• National Down Syndrome Society. (2023). Health Care Guidelines for Individuals with Down Syndrome.
• Organización Mundial de la Salud (OMS). (2021). Guías para la prevención de enfermedades relacionadas con el calor.